Se acabó el verano y con la llegada del viento frío me entra el gusanillo de empezar de nuevo: renovarse o morir dicen (Vale… para mí cualquier excusa es buena para ir de compras…).
Total que abro una revista de moda y allí me encuentro los 5 “must have” o lo que es lo mismo las 5 piezas de ropa que debes tener para ser feliz. Y ¿qué descubro? Pues que VUELVEN LOS LEGGINS y encima ¡DE CUERO! Creo que no había tenido un susto mayor desde que vi a las hijas de Zapatero. Por lo visto, NO hay escapatoria así que tengo que hacer algo al respecto. Con esa energía y ganas de renovación que me han invadido, me apunto a un gimnasio y como buena 'trendy' que soy me dispongo a ir a la clase que más de moda está últimamente: "El spinning".
Sin duda, he acertado: en primer lugar, la clase tiene una luz tenue la mar de agradable, además suena música tecno de lo más moderna y los tíos más macizorros del gimnasio están haciendo cola para entrar. Poca luz, música a todo volumen y tíos buenos… todo esto me recuerda a algo y no sé a qué, pero me entran unas ganas terribles de tomarme una copa. En fin, decido entrar y sentarme en una de esas bicis y tengo mi primer (y duro) contacto con la realidad. ¡Dios mío! ¡Qué incomodidad! Vale, acepto que mi trasero no es talla S pero es que este sillín ¡es el de la Barbie Ciclista! Sin embargo, decido no desanimarme sólo por eso y empiezo a darle a los pedales. A partir de aquí empieza mi pesadilla: estoy encerrada en una sala a oscuras, con una música infernal que no me deja ni pensar y con un montón de tíos sudorosos que, encima, echan gritos huracanados mientras el profersor (la copia inflada de esteroides de Pocholo) va gritando “¡¡Venga a subir esa cuesta, equipo!!” Y yo no puedo dejar de pensar “Qué equipo ni qué leches: ¡si las bicis no se mueven del maldito suelo! ¡Si tengo que seguir sudando así prefiero morir a renovarme!”
Cuando llego a casa medio muerta me tiro en el sofá, recupero la revista y con gran alegría me doy cuenta de qué otra de las prendas fetiche de la temporada es el maxiabrigo… “Aquí dentro sí cabe mi culo” pienso feliz.
Total que abro una revista de moda y allí me encuentro los 5 “must have” o lo que es lo mismo las 5 piezas de ropa que debes tener para ser feliz. Y ¿qué descubro? Pues que VUELVEN LOS LEGGINS y encima ¡DE CUERO! Creo que no había tenido un susto mayor desde que vi a las hijas de Zapatero. Por lo visto, NO hay escapatoria así que tengo que hacer algo al respecto. Con esa energía y ganas de renovación que me han invadido, me apunto a un gimnasio y como buena 'trendy' que soy me dispongo a ir a la clase que más de moda está últimamente: "El spinning".
Sin duda, he acertado: en primer lugar, la clase tiene una luz tenue la mar de agradable, además suena música tecno de lo más moderna y los tíos más macizorros del gimnasio están haciendo cola para entrar. Poca luz, música a todo volumen y tíos buenos… todo esto me recuerda a algo y no sé a qué, pero me entran unas ganas terribles de tomarme una copa. En fin, decido entrar y sentarme en una de esas bicis y tengo mi primer (y duro) contacto con la realidad. ¡Dios mío! ¡Qué incomodidad! Vale, acepto que mi trasero no es talla S pero es que este sillín ¡es el de la Barbie Ciclista! Sin embargo, decido no desanimarme sólo por eso y empiezo a darle a los pedales. A partir de aquí empieza mi pesadilla: estoy encerrada en una sala a oscuras, con una música infernal que no me deja ni pensar y con un montón de tíos sudorosos que, encima, echan gritos huracanados mientras el profersor (la copia inflada de esteroides de Pocholo) va gritando “¡¡Venga a subir esa cuesta, equipo!!” Y yo no puedo dejar de pensar “Qué equipo ni qué leches: ¡si las bicis no se mueven del maldito suelo! ¡Si tengo que seguir sudando así prefiero morir a renovarme!”
Cuando llego a casa medio muerta me tiro en el sofá, recupero la revista y con gran alegría me doy cuenta de qué otra de las prendas fetiche de la temporada es el maxiabrigo… “Aquí dentro sí cabe mi culo” pienso feliz.
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