viernes, 20 de noviembre de 2009

Horror en el outlet

Si eres una buena tendenciera ya sabrás de la existencia de unos lugares paradisíacos: los outlets. Esta palabra me lleva a imaginarme a mi misma saltando feliz cual gacela en un prado rodeada de los must have de esta temporada a precios ridículos mientras sonrientes dependientas aplauden mis elecciones de ropa (esta imagen requiere visualización a cámara lenta).

Pero como siempre la realidad difiere un poco de esta imagen, bueno mi realidad difiere mucho en verdad. Y es que el otro día fui a un outlet que más que una experiencia maravillosa se convirtió en una aventura de John Rambo.

En primer lugar, recibí ese mail informativo que te pone más contenta que a Cenicienta cuando la invitaron al baile. Pero al acercarte al reino de las gangas te das cuenta que de glamour más bien poco y de exclusividad menos todavía: estás en medio de un polígono industrial que da bastante miedito y te espera una cola que da auténtico pánico.



Por fin llega mi turno: me dan una caja, una hora de tiempo y tres millones de prendas desordenadas entre las que hay que rebuscar. Empiezo con ánimo (ya sólo me quedan 58 minutos) y saco la lista de pedidos (en realidad más que una lista parece un rollo de papel higiénico de lo larga que es). Empiezo a sudar (47 minutos) sobre todo cuando tengo que bucear entre la ropa para ver qué hay en el fondo. Miro a la chica que tengo al lado y veo que su caja rebosa (32 minutos), ¿de dónde habrá sacado esa camisa tan mona? Me he pasado 17 minutos buscando la dichosa camisa, por fin la tengo en mis manos, pero así vista de cerca como que no me convence (30 minutos). Me entra el pánico absoluto y empiezo a llenar la caja compulsivamente, que no vaya a ser que me quede sin nada (15 minutos). La caja pesa mucho y casi no puedo arrastrarla así que decido dejarla un momentito arrinconada (8 minutos). Vuelvo y… ¡Noooooo! Mi caja ha desaparecido… (5 minutos) estoy más estresada que Paris Hilton currando en el McDonald’s. Por fin me parece reconocerla en la otra punta de la sala (30 segundos) y me dirijo corriendo (lo de correr es un decir porque voy empujando la caja a patadas) a la salida.

Llegó a casa agotada por el esfuerzo pero orgullosa de mi misma. Aunque no sé en qué pensaba cuando compré este jersey rosa con un caniche bordado y borlas en las mangas…
L. Gant para Amazona TV

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